El reto de la movilidad compartida y autónoma en Latinoamérica

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En un entorno como el de la ciudad latinoamericana, que se ha desarrollado bajo esquemas de alta dispersión y problemas crónicos de congestión del tráfico y deficiencias en el transporte público, se hace necesaria una exploración a los desafíos y oportunidades que estas nuevas tecnologías representan para nuestras ciudades.

El auge de la industria automovilística posterior a la Segunda Guerra Mundial impulsó un modelo de ciudad en el que el automóvil, junto a la autopista, permitieron la movilidad individual, y con ello la aparición de barrios unifamiliares alejados del centro urbano. Planificadores y desarrolladores urbanos concibieron al auto como el futuro de las ciudades, con lo cual, se empezó a dedicar cada vez más espacio a estacionamientos y a la ampliación de calles y autopistas, trayendo como consecuencia la primacía del auto sobre la ciudad, la continua expansión y dispersión urbana y la decadencia de los centros urbanos alrededor del mundo

La construcción de un nuevo paradigma que combina el concepto de “la movilidad como servicio” y el desarrollo de las tecnologías de los vehículos autónomos, ha impulsado un renovado interés por replantear esta visión de una ciudad construida para el automóvil y abre la posibilidad de explorar la recuperación de la ciudad como un espacio más densamente ocupado, más diverso y sobre todo orientado a permitir al peatón una mayor libertad y seguridad en su circulación.

No obstante, el surgimiento de estos avances tecnológicos no asegura que la aparición de una ciudad amigable con el peatón sea el resultado automático. En el escenario ideal, los vehículos autónomos y los servicios de movilidad deberían fomentar el uso del transporte público, movilizando un mayor número de usuarios con un menor tamaño en los vehículos, lo que debería reducir el tamaño de las vías, disminuir el número de accidentes y permitir la construcción de más espacio público.

En un entorno como el de la ciudad latinoamericana, que se ha desarrollado bajo esquemas de alta dispersión y problemas crónicos de congestión del tráfico y deficiencias en el transporte público, se hace necesaria una exploración a los desafíos y oportunidades que estas nuevas tecnologías representan para nuestras ciudades.

En el caso de los vehículos autónomos, originalmente conocidos como ‘autos controlados por computadoras’, estos fueron concebidos conceptualmente a finales de la década de 1960 como autos equipados con cámaras y una computadora, en la que los usuarios introducirían en un teclado su destino y el auto los llevaría a este sitio.

Sobre la base de estas ideas, los vehículos autónomos han incorporado la capacidad de procesar datos, proveídos por cámaras, los datos LIDAR y datos de radar, los cuales se procesan y almacenan para fines de capacitación y simulación de modelos para la navegación. Los vehículos autónomos también utilizan sistemas de comunicación vehículo a vehículo y vehículo a infraestructura, los cuales envían y reciben datos sobre condiciones de la carretera, congestión, accidentes, etc.

Otra de las tecnologías en las que se apoya la navegación de estos vehículos es el uso de mapas de alta definición. Estos mapas permiten conocer las características de la infraestructura vial, incluyendo información sobre señales de tráfico, definición física de los carriles en la calle o de giros e intersecciones, datos sobre altura y volumen de los edificios, localización precisa de negocios y sitios de interés, nombres de calles y restricciones de velocidad, entre otros elementos.

En cuanto a la “movilidad como servicio”, este paradigma está basado en el avance de la telefonía móvil, la internet y el uso de redes sociales. La “movilidad como servicio” tiene como finalidad, desarrollar una plataforma que integre todas las modalidades de transporte posible dentro de la ciudad, de forma que el usuario pueda planificar su viaje, generando un paquete de movilidad a medida, bajo un modelo de contrato mensual similar al de la telefonía móvil.

Desde nuestro punto de vista, las transformaciones requeridas para preparar a las ciudades a estas innovaciones tecnológicas incluyen el fortalecimiento de una Autoridad de Transporte y una mayor coordinación de esta autoridad con los municipios como entes reguladores del desarrollo urbano. Para poder abordar la complejidad inherente al desarrollo de las plataformas de movilidad como servicio y vehículos autónomos, será necesario una integración entre los aspectos normativos de la conducción de los vehículos autónomos (lo que ahora conocemos como reglamentos de tránsito), las regulaciones que permitan el funcionamiento y coordinación entre los diversos proveedores de servicios de transporte, la planificación urbana y las demandas de los usuarios del transporte.

Otro aspecto de relevancia a abordar será el desarrollo de regulaciones concernientes a la protección de datos y la ciberseguridad. Los usuarios del transporte urbano en el futuro estarán expuestos a una mayor vulnerabilidad en cuanto al conocimiento sobre sus patrones de uso de estos servicios. Esto obliga a que se generan mecanismos tecnológicos y marcos normativos que puedan hacer efectiva la protección de los datos frente a usos indebidos o riesgos a su seguridad.

Un informe de la firma de consultoría Deloitte del 2019, sobre temas de movilidad, indicaba que, en el futuro se espera que, “una ciudad necesitará un sistema operativo de movilidad, el cual consistirá en una plataforma integrada que reúna información sobre, infraestructura física (carreteras, rieles), modos de transporte (automóviles, transporte público, viajes compartidos, bicicletas compartidas, etc.) y proveedores de servicios, para crear un mayor rendimiento y optimización del transporte a través de mecanismos de compensación de mercado”.

Por último, pero no menos importante, está la cuestión de la aceptación de estos nuevos paradigmas y las formas en que se puede involucrar la participación ciudadana en un proceso de innovación tecnológica. Será necesario identificar cuáles han sido los retos que ha implicado la adopción de nuevos sistemas de transporte en las comunidades, y cuáles son las reales demandas de estos usuarios respecto a su movilidad en el ámbito urbano.

En todo el mundo, los planificadores urbanos y especialistas del transporte han empezado a pensar y reflexionar sobre los retos que estas tecnologías representan para el desarrollo de las ciudades, evaluando cuáles serán sus impactos y de qué forma podemos utilizar estas innovaciones para hacer de las urbes espacios más sostenibles. Se hace necesario entonces, que, desde la visión latinoamericana, empecemos a reflexionar también sobre estos temas y definir, cómo pensamos que estas tecnologías podrían ayudarnos a diseñar mejores ciudades para el futuro.

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